domingo, 14 de diciembre de 2008

Qehuar


Qehuar

El hambre del hombre está donde su desafío.
El aire del hombre donde le falta.
El cóndor vuela lejos del inalcanzable deseo, más allá de la mano torpe que fría muestra fría la torpeza del hombre chiquito.
Y el aire deshilachado, parecido a los miedos de la primera vez de todo, cuándo besar una mejilla era tan complicado como alcanzar las moras de la rama más alta.
Inalcanzable, ahogado, hasta donde llega la mirada .
Entonces, subí sobre la piedra antigua, hasta donde el cielo empieza, termina, se me iba.
Lejos de todo, hasta de mi cordura.
Piedra tras la piedra, sangre que ahoga recuerdos, sudor frío, sed de nube, cercanía de alientos lejanos que me salvan de la tristeza, la locura, la muerte.
E hice del silencio la esperanza.
Del mineral la dulzura. Del segundo ahogado, la eternidad de la vida cuando sube, cuando entra donde nacen las aguas, las bellezas, el alma, las lágrimas. Todas las alegrías.
Entonces, Dios. Entonces, cada uno de mis tres niños; entonces, el alma de la mujer que amo. Metro a metro, paso a paso. Ahogo tras ahogo. No caímos. No caí.
En la cumbre. Con todos.
En la montaña inalcanzable, sagrada, lejana. Dentro de mi.


Volcán Qehuar. Salta. Noviembre de 2003

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