lunes, 17 de noviembre de 2008


Usted no lo sabe, pero depende de ellos.
Artículo del escritor español Arturo Pérez-Reverte,publicado en 'El Semanal' el 15 de noviembre de 1998
Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla antro del computador, su futuro y el de sus hijos.Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar alparo en nombre de un tres punto siete, o un índice de probabilidad delcero coma cero cuatro.Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de unaferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron unmáster en Tokio, o al revés, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o ala de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capitalmanagement , y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilateralesde inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta elpartido del domingo.Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas quecirculan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van aatropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará el consuelo deir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porqueno tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de lasfinanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos quesiempre terminan por hacerlo suyo. Porque siempre ganan ellos, cuandoganan; y nunca pierden ellos, cuando pierden.No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinacionesfastuosas de economía financiera que nada tienen que ver con la economíaproductiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos ycon humo, y los poderosos de la Tierra pierden el culo por darles coba ysubirse al carro.Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder. El riesgo es mínimo.Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros deprestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia.Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de launión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y elconsorcio euroasiático, y la madre que los parió a todos, se embarcan conalegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan aesperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a susrepresentados.Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en lasegunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos porciento no se encuentran todos los días. Y aunque ese espejismo especuladornada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de lagente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hastaentidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto,señores, es Jauja.Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía susfallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso:alto riesgo de verdad.Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondosespeciales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economíamundial, muestran su lado negro. Y entonces, ¡oh, prodigio!, mientras quelos beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y paralos que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esospijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran alMonopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros.Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores soncolectivos, y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas deemergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichisde la Bernarda.. Y esa solidaridad, imprescindible para salvar laestabilidad mundial, la paga con su pellejo, con sus ahorros, y a vecescon su puesto de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado decomercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho delmundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externade países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros deespeculadores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que losamos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tantoneoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tantapoca vergüenza.

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